INOLVIDABLE 29 DE JUNIO

Por: Jorge Arturo Bravo EL DESPERTADOR DEL SUR                                                 

Cuando el mundo católico celebraba las fiestas de San Pedro y San Pablo, el 29 de junio de 1972, después de superar tres grandes barreras, exámenes finales, la práctica docente, y los exámenes de cultura general y pedagógica, con el corazón desbordante de alegría, pero con cierto nerviosismo, un grupo de ochenta jóvenes y señoritas, nos aprestábamos a recibir nuestro título de Maestro.

Las mujeres con su elegante uniforme azul, pañuelo al pecho y guantes blancos, peinadas como unas reinas, y los hombres, muy elegantes, impecablemente vestidos, de camisa y corbata, acompañados unos, de sus padres, otros de sus abuelos o hermanos, yo de mi padre y de mi hermana, pues mi madre había fallecido; en fila fuimos ingresando al teatro Javeriano, disponiéndonos a participar de la solemne ceremonia de graduación; un bello y elocuente discurso pronunciado por el señor rector, y la animación musical de la Orquesta Santa Cecilia dirigida, por quien fuera mi maestro en el colegio Ciudad de Pasto, Maestro Domingo Ignacio Burbano.

Recibimos, de manos del señor rector, Octaviano Revelo Benavides y también de la Inspectora Nacional de Educación, Carmelita Bastidas Argoty, nuestro título de Maestro Superior; era el final de esa meta tan ansiada y esperada por todos, por nuestros padres, familiares y, obviamente por nosotros como estudiantes; vino luego la toma de Juramento por parte de Carmelita Bastidas, juramos ante Dios y la Patria desempeñar, con ética y mística profesional, nuestra bella y noble misión de Maestro, y en verdad que con el correr de los años, así lo hicimos, nuestros miles de discípulos, en veredas, pueblos y ciudades, son testigos de ello.

Hoy, 53 años después, llegan a mi memoria, cual procesión, los más bellos recuerdos no solo de ese inolvidable 29 de junio, sino de todas las vivencias que, como estudiantes, como futuros maestros, tuvimos, y recordar a esa camada de compañeros, que nos disputábamos los primeros puestos no solo en lo académico sino en lo pedagógico, pues todos, queríamos ser los mejores practicantes, y en verdad que la gran mayoría lo fuimos.

Vaya mi saludo y mi gratitud a esos Maestros que contribuyeron en nuestra formación como educadores, y que Dios aun los tiene entre nosotros. Lástima que, por esas cosas de las reformas educativas, el Pedagógico como lo llamaba, dejó de ser el gran formador der Maestros y Maestras