La primera palabra cuesta menos que un crimen

El doctor René Martínez, psicoterapeuta, y con varios años de experiencia, nos comparte uno de los casos que atendió con respecto al trastorno llamado celotipia, el cual se presenta con más frecuencia en nuestra sociedad, y nos invita a estar atentos ante cualquier suceso asociado.

“La lluvia en Ciudad Bolívar no es como en otros lugares, allí no refresca, pesa, cae con densidad, huele a tierra herida, a calles sin consuelo. A veces, cuando la lluvia amaina, pareciera traer una tranquilidad extraña… de esas que, lejos de calmar, hacen más visible el silencio, un silencio como el que precedió la noche en que Marcos decidió acabar con todo.

Marcos no es un nombre real, pero su historia sí lo es, me la compartió entre susurros y estallidos, desde una celda en la cárcel La Modelo, con la mirada rota de alguien que ya no espera nada; me la regaló para que otros escuchen antes de repetirla, y yo, como terapeuta, como hombre, como testigo de muchos casos similares, sentí que no podía guardarla…, porque hay palabras que duelen, pero hay silencios que matan.

Marcos hablaba de ella, su excompañera. La amaba con un amor enfermizo, invasivo, lleno de heridas. “La amé a las malas”, me dijo. La quiso sentir suya esa noche, por última vez, aunque ella ya no quisiera estar. En su narración no hay justificación, pero sí una revelación brutal, la celotipia lo había consumido, lo había aislado, lo había hecho interpretar cada gesto de ella como traición, cada silencio como burla, cada distancia como abandono, ese abandono, convertido en fantasma, lo empujó al horror.

Marcos no gritó, no estalló, no pidió ayuda; solo sintió que debía destruir lo que más amaba para no seguir sintiéndose destruido. Sus palabras me estremecieron: “Tenía su ropa interior en mis manos… no gritaba, no se burlaba, no me decía poco hombre… estaba muerta.”

Su relato no exalta el crimen, lo confiesa, lo escupe como quien ya no puede cargar con tanto; me habló de los puñales de la palabra, de cómo algunas frases lo hacían sangrar más que cualquier golpe; de cómo sentirse menos hombre lo llevó a querer serlo de la peor forma, controlando, hiriendo, poseyendo.

¿Qué es la celotipia?

La celotipia es un trastorno que va más allá de los celos normales, es una obsesión delirante por la fidelidad del otro, una prisión mental donde el amor se convierte en vigilancia, y la ternura en juicio.

El hombre celotípico no ama, se aferra; no respeta, se obsesiona; no acompaña, controla. Lo más alarmante es que esto no ocurre de la noche a la mañana, se anuncia, se manifiesta en silencios incómodos, en interrogatorios disfrazados de cariño, en revisiones del celular, en prohibiciones absurdas, en ofensas pequeñas que se vuelven costumbre; y luego, si no hay intervención, se transforma en ira, en asfixia emocional, en tragedia.

¿Qué pasaría si ese hombre que hoy sospecha, vigila o acusa, se detuviera un momento a hablar?

¿Qué pasaría si nos enseñaran desde niños que el dolor no se resuelve con poder, que el amor no es posesión, que la masculinidad no es dominio?

Carlos –nombre con el que también protegeré la historia de Marcos– terminó diciéndome algo que aún resuena dentro de mí: “Si esa noche hubiese bajado la comida para Bosco, el perro callejero que siempre me mostraba cariño… tal vez nada de esto habría pasado”.

Un gesto, un segundo, una pausa, eso puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, entre el amor y el espanto.

Quiero terminar esta crónica hablándote directamente a ti, que quizás te sientes solo, rechazado, perdido; a ti que sospechas de todo, y no logras dormir; a ti que piensas que te están traicionando, que sientes rabia sin saber por qué, que estás al borde de hacer lo impensable.

Detente, hablemos, mi consulta no cuesta nada, el café tampoco. No necesitas ser fuerte, ni perfecto, solo humano. La primera palabra cuesta menos que un crimen”.

Te espero, aún es tiempo.

IPS Luz Médica

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